La historiadora Mara Espasande ofrece una visión matizada de Domingo Faustino Sarmiento. Presentado como el padre de la educación argentina, pero también conocido por sus manifestaciones racistas, en el Día de la maestra y del maestro compartimos una propuesta que convoca a seguir estudiando, debatiendo y pensando, no solo el pasado sino también nuestro presente.
Cuando comenzamos a preguntarnos por la vida de Domingo Faustino Sarmiento nos encontramos con ideas muy disímiles. Hay quienes han sostenido que fue el padre de la escuela argentina y del sistema educativo, uno de los grandes próceres. La historiografía liberal, la historia oficial lo ha puesto en el panteón junto a otros como [José de] San Martín, [Manuel] Belgrano, [Bartolomé] Mitre; pero, por otro lado, los autores vinculados al nacionalismo católico lo han criticado por haber avanzado en un proyecto de educación laica; y otros pensadores como Arturo Jauretche plantean que existen diferentes Sarmientos: un Sarmiento intelectual, un Sarmiento político, un Sarmiento ideólogo, un Sarmiento pedagogo, y cuando uno recorre su obra encuentra una gran diversidad.
¿Es el Sarmiento que planteaba: “No hay que ahorrar sangre de gaucho, este es el abono que es preciso hacerle útil al país, la sangre es lo único que tienen de seres humanos esos salvajes”? Esto lo escribía Sarmiento en una carta a Mitre en ocasión de la represión a las montoneras federales en las provincias. O, ¿nos referimos al Sarmiento que en Educación popular (2011) escribió: La condición social de los hombres depende muchas veces de circunstancias ajenas de la voluntad. Un padre pobre no puede ser responsable de la educación de sus hijos, pero la sociedad en masa tiene interés vital en asegurarse que todos los individuos que han de venir con el tiempo a formar la nación se hayan preparado suficientemente, por la educación recibida en su infancia, para desempeñar las funciones sociales a que serán llamados”?
Vemos un Sarmiento preocupado por la educación, un Sarmiento que piensa un sistema educativo integral para todos y todas, incluso para los más pobres, para mujeres y para varones. Pero también leemos un Sarmiento con una interpretación de lo americano absolutamente eurocéntrica, lo que Jauretche llamaba la “colonización pedagógica”, mirando a la América con anteojos europeos y observando que en todo lo americano se encontraba la barbarie y en todo lo europeo se encontraba lo civilizado. Esta dicotomía entre civilización y barbarie, que va a ser fundante en la historia de nuestra patria y que va a atravesar todo el siglo XIX, las guerras civiles contra el gaucho y contra las montoneras federales, y que para Jauretche se convirtió con el tiempo en las madres de todas las zonceras.
De zonceras
Jauretche pensaba que a los argentinos y argentinas nos habían “azonzado”, que luego de muchos años, décadas de sistema educativo formal, nos habían enseñado una historia que no era nuestra y que la característica predominante de estas formas de colonización pedagógica —como él lo llamaba— era justamente partir de la premisa de que todo lo propio es inferior. Lo que él denomina la “zoncera de la autodenigración”, y desde este punto es de donde analiza la figura de Sarmiento como un hombre clave en la conformación de este ideario, fundamentalmente en la obra del Facundo (2018), considerada un punto de inflexión y un punto de inicio en la literatura argentina, pero que sin embargo Jauretche plantea nos transmite una mirada sobre los americanos, los indígenas, los gauchos con profundas raíces antiamericanas, racistas y de rechazo a lo popular; y este es uno de los Sarmientos sobre los cuales podemos hablar.
Este Sarmiento que se formó desde muy joven en el marco de las guerras civiles —él había nacido en 1811—, había estudiado en aquellas escuelas de la patria sus primeras letras. De manera muy temprana va a dedicarse a la educación, primero va a ser ayudante, después va a crear un espacio, su propia escuela. Cuando los federales, especialmente Facundo Quiroga, llegan al poder en La Rioja, va a decidir exiliarse a Chile, y en este exilio, además de trabajar de muchas cosas para ganarse la vida, va a dedicarse a la tarea educativa. Allí va a ser reconocido por la universidad e incluso va a recibir el encargo de viajar a Estados Unidos y Europa para analizar los planes de estudio que allí se desarrollaban, y esto va a marcar sus ideas educativas de manera muy fuerte.
Lo que encuentra en Europa, en algún punto, lo hace sentir desilusionado. Dice: “En Europa ya todo se hizo”, y sin embargo encuentra algunas zonas donde no está aquello que él buscaba del desarrollo de lo civilizado. Sin embargo, en Estados Unidos, sí, observa un país pujante, un país con educación, un sistema basado en la pequeña y mediana propiedad. Queda maravillado con el sistema de los farmers e inmediatamente considera que hay que importar este modelo. Cuando él retorna a nuestra patria, retorna con este concepto y esta idea de la conformación de un capitalismo como había observado en América del Norte.
Es así como Sarmiento regresa para sumarse al Ejército Grande en 1852 cuando se produce la Batalla de Caseros, esta articulación entre grupos unitarios donde estaban Mitre, Sarmiento, grupos federales bajo el liderazgo de [Justo José de] Urquiza, pero también de los federales de las provincias del interior que marchan en contra de la provincia que todavía retenía las rentas de la aduana, y que a pesar del carácter federal de [Juan Manuel de] Rosas no habían accedido a su distribución. No obstante, Sarmiento observa que este frente tan heterogéneo va a presentar dificultades, porque inmediatamente luego de haber sido derrotado Rosas, ese frente se rompe, y Sarmiento se va a instalar en Buenos Aires y va acompañar a Mitre en esa aventura de la secesión.
Político multifacético
Durante esta etapa, de 1852 a 1861, en el territorio que hoy es la Argentina convivían dos Estados, el Estado de la Confederación, con capital en Paraná, donde estaba Urquiza; y el Estado de Buenos Aires, que dicta su propia Constitución, que realmente presenta un proyecto de país independiente: “La República del Plata”, como se llegó a algún momento a fantasear y desear por parte de los unitarios. En este proceso, Sarmiento se va involucrar con el proyecto liberal y va a ponerse al servicio no solamente en términos políticos, ideológicos, sino también en términos militares, y es esta etapa tal vez la más dura, la más cruda, donde en la correspondencia con Mitre —ya cuando este es presidente, después de 1862—, escribe las frases más terribles: la barbarie, los gauchos, los indios, la raza de los guaraníes; llega a decir que es providencial “exterminarlos de la tierra”, apoyando la guerra contra el Paraguay, el genocidio que se va a llevar adelante.
Sin embargo, cuando Mitre concluye su presidencia, no lo va considerar a Sarmiento su mejor candidato y lo va a boicotear, se va a generar un conflicto; tal es así que durante toda la presidencia de Sarmiento, la oligarquía, la clase terrateniente ya conformada, va a oponerse a cada una de las medidas que quería impulsar Sarmiento, en particular aquellas vinculadas al impulso de la pequeña y mediana propiedad, este modelo que Sarmiento había visto en los Estados Unidos y quería replicar y proponía: “Hay que distribuir y hay que ponerle límite a la tierra”.
Solamente logra llevar adelante algo de esta idea que tenía en la zona de Chivilcoy, pero la oligarquía lo boicotea, se opone; es muy fuerte la oposición tanto en el Congreso de la Nación, especialmente en el Senado, que fue siempre la cámara representante de los intereses de la oligarquía terrateniente, y también mediante la prensa, el diario La Nación, que había sido creado por el mismo Mitre, ya combatía y dedicaba titulares bastante poco amigables hacia Sarmiento.
Pedagogo e impulsor de políticas educativas
Tras concluir su presidencia continúa vinculado a los grupos liberales y se centra especialmente en la cuestión educativa. Cuando emerge [Julio Argentino] Roca como gran dirigente, va a poner su trabajo al servicio de la organización de un gran congreso pedagógico que se desarrolla en 1882, y que al poco tiempo dió origen a la sanción de la Ley 1420, que estableció en nuestro país la educación primaria obligatoria, gratuita, laica y gradual. Ese sistema educativo, por el cual Argentina se ha diferenciado de muchos países del mundo por ser inclusivo, por ser una educación que busca llegar a cada rincón de la patria, y que además promovió la creación de una cantidad importante de escuelas normales, donde se iban a formar las futuras maestras y futuros maestros.
Se generaron debates vinculados a qué escuela tener, con qué objetivos, desde qué metodología enseñar, y en cada una de estas estas instancias Sarmiento fue pionero no solo en la elaboración de la normativas, sino en la aplicación y la gestión. Ocupó diversos lugares en la gestión pública, por ejemplo, el de Director General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires.
Por lo tanto, encontramos un Sarmiento multifacético: escritor; padre de la zoncera madre de todas, según Jauretche, con su importante y famoso libro Facundo. Encontramos un Sarmiento político; legislador; presidente de la Nación con una propuesta y una agenda que por momentos coincidía con los grupos unitarios y liberales, pero por otros era absolutamente distinta y le generaba problemas con los mismos terratenientes; y un Sarmiento pedagogo, en un sentido amplio, no solo para pensar el hecho educativo, sino también para pensar las políticas educativas y la construcción de un Estado que se involucre con la inclusión educativa.
Pensar su legado, hoy
Ahora tenemos que hacer una aclaración: ¿cómo planteamos, cómo reflexionamos sobre la inclusión cuando se está diciendo que hay algunos grupos que son la barbarie? Aquí encontramos tal vez la principal contradicción de Sarmiento, donde está pensando un sistema inclusivo, pero donde previamente proponer separar los educables de los no educables, y es en esta diferenciación donde él luego piensa en el universo que sí debe recibir la educación para formar los ciudadanos para la patria.
No existe entonces un único Sarmiento.
Cuando hablamos de Sarmiento, del 11 de septiembre en nuestras escuelas, recordamos al Sarmiento sanjuanino que comenzó a dar clases en el norte argentino y del Cuyo argentino; o recordamos al Sarmiento político exiliado que combatió a los federales, a Facundo Quiroga, a Juan Manuel de Rosas; o al presidente que impulsó una serie de medidas reformistas, progresistas, no sólo con la tierra sino, por ejemplo, con el desarrollo de la infraestructura, pensando un tren transoceánico, un Sarmiento que conoció Chile, que trabajó allí; el Sarmiento escritor que reflexionó con una pluma de una calidad exquisita sobre qué significaba ser americano, qué era lo americano, qué debía ser lo americano en un momento de la patria donde todos los debates estaban abiertos, en un momento donde se estaba construyendo el país. En ese marco de preguntarse qué país queremos ser, diferentes hombres y mujeres buscaron y propusieron proyectos distintos; en el caso de Sarmiento, propuso un proyecto donde, sin lugar a dudas, había una admiración por lo extranjero, por lo europeo, pero fundamentalmente por lo norteamericano; y había una confianza en la educación y un optimismo pedagógico fundamental en creer que la escuela podía formar ciudadanos y ciudadanas, que era un instrumento para civilizar, para llevar el desarrollo a cada uno de los rincones de la patria. Sarmiento no sólo va a teorizar sobre esto, sino que también se va a dedicar a la gestión y lo va a llevar adelante considerando que era el aporte fundamental que él podía hacer para el desarrollo de la Nación.
Tal vez él mismo sintetiza el sentido de su vida en sus últimos escritos, donde dice: “No deseé mejor que dejar por herencia millones en mejores condiciones intelectuales, tranquilizando a nuestro país, aseguradas las instituciones y surcadas de vías férreas el territorio como cubierto de vapores los ríos para que todos participen del festín de la vida, del que yo gocé sólo a hurtadillas”. De esta manera, el mismo Sarmiento reflexiona sobre su objetivo de mejorar las condiciones intelectuales del país. En gran medida nuestro sistema educativo amplio, nuestro sistema educativo universal es su heredero. De alguna manera nuestro sistema educativo, de una educación universal obligatoria para todos y todas, se lo debe a Sarmiento. Pero también esa matriz eurocéntrica, que fue durante mucho tiempo vehículo de la colonización pedagógica, se encuentra vinculada a la obra que realizó este mismo hombre.
Como siempre en la historia, no es blanco o negro: hay grises.