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Documento: 8 M – Día Internacional de la Mujer Trabajadora

A nuestras queridas compañeras docentes

El Día Internacional de la Mujer Trabajadora se nos presenta siempre como una oportunidad para, entre todas, pensar y repensar nuestras prácticas cotidianas dentro y fuera de la Escuela y hacer el ejercicio necesario de mirar nuestro lugar de trabajo, nuestras relaciones al interior de nuestra comunidad educativa, las condiciones en que damos clases todos los días y nuestro estado de salud/enfermedad, desde una perspectiva de género. Somos docentes que en un colectivo mayor, el de mujeres trabajadoras, elegimos luchar por la igualdad y la democratización del poder patriarcal en un mundo aún muy desigual.

Para eso proponemos mirarnos en nuestras propias tradiciones, en las historias de vida de miles de compañeras docentes, a lo largo y ancho de nuestro país y en un largo recorrido de lucha  para hacer visible que nuestra profesión, nuestra tarea de enseñar todos los días, también es un trabajo, muchas veces mal pago y precarizado.

Hoy las invitamos a reflexionar juntas, en el aula, en la sala de docentes y en el sindicato y desde ahí ponerle contenido a nuestra cotidianeidad, valorar nuestro saber hacer, proponer y construir los cambios necesarios.

Van aquí algunos datos que se desprenden de la Investigación sobre Condiciones y Medio Ambiente de Trabajo realizada por SADOP y que nos resultan interesantes para enriquecer nuestras reflexiones colectivas.

Nosotras, las docentes de gestión privada,  pertenecemos a un colectivo laboral conformado mayoritariamente por mujeres (88% de maestras en nivel primario y el 74% de profesoras en el nivel secundario).

Este es un dato relevante que le otorga características especiales a nuestra actividad docente, ya que en nuestro hacer están presentes prácticas, saberes, cualidades y capacidades históricamente relacionadas con la feminidad, teniendo también su implicancia sobre la valoración  social y el salario.

Es importante abordar la extensión del tiempo laboral, sabemos que nuestra jornada real de trabajo es mayor que la jornada legal establecida en la normativa vigente. A las horas de trabajo dentro de la escuela, le sumamos otras, fuera de ese horario,  en las que también realizamos actividades vinculadas con la tarea docente, por ejemplo: corregir, planificar, preparar materiales, reuniones con autoridades, padres y con otras y otros compañeros de trabajo, acciones que  deben necesariamente realizarse para poder cumplir con las pautas prescriptas.

La jornada laboral docente hoy no tiene un límite claro, nuestra Investigación sobre CyMAT revela que la misma posee una extensión de entre 35 y 37 horas semanales y no las 20 horas fijadas en la normativa escolar.

En ambos niveles educativos las horas que las y los docentes trabajan en la escuela son las horas de trabajo visible, mientras que la jornada que se desarrolla fuera del horario escolar, que transcurre generalmente en sus casas, está invisibilizada y por ende, no es retribuida económicamente,invade los ámbitos familiares y limita las posibilidades de disfrutar del tiempo libre.

Otro dato que debemos analizar es que el salario docente está íntimamente vinculado a la feminización de la actividad, ya que la misma se configuró históricamente como una tarea realizada por mujeres, percibida como una labor sencilla, con horarios holgados, con un salario acorde a ese nivel de preparación y exigencia, y como “una profesión para mujeres que trabajan medio día…”.

Lejos estamos de ese tiempo, actualmente para la mayoría de nosotras la docencia es nuestra principal actividad económica y nuestra única fuente de ingresos, muchas de nuestras compañeras son jefas de hogar, pero sin embargo persiste una profunda desigualdad salarial dentro del mercado laboral, que es necesario revertir simbólica y materialmente, ya que no puede haber calidad educativa sin salarios justos y dignas condiciones laborales.

Las cuestiones aquí expuestas implican muchas veces sobrecarga de trabajo y nos afectan de manera individual pero también colectiva, dado que el proceso de trabajo docente no se da en el aula exclusivamente sino en la escuela como un todo. Esto nos obliga a mirar en detalle los climas institucionales, las relaciones interpersonales, los factores de riesgo psicosociales y también el acoso y la violencia laboral,  para empezar a entender que la salida no es individual sino colectiva, tanto a la hora de analizar el tema como al momento de proponer cambios efectivos.

Por estos días, la agenda pública está incluyendo fuertemente las llamadas “tareas de cuidado”. En nuestro caso, a las actividades escolares que realizamos en nuestras casas debemos sumar las tareas domésticas y de atención de las y los hijos. Nuestra investigación nos muestra que somos nosotras quienes realizamos y/u organizamos gran parte del trabajo doméstico y cuidado familiar, dedicándole en promedio 5 horas diarias. Asimismo, el 50% de nuestras compañeras manifiestan que si faltan algún día de la casa, las tareas domésticas generalmente quedan sin hacer. Con respecto al cuidado de las y los hijos o familiares cuando surgen problemas de salud, el mismo es asumido en un 65% por las docentes mujeres. Esta desigual distribución evidencia la persistencia de modelos culturales y estereotipos de género que le asignan a la mujer un rol predominante en el trabajo doméstico.

A su vez, estas exigencias del trabajo asalariado y el trabajo doméstico-familiar, conocidas como “doble presencia” constituyen un riesgo para nuestra salud,  originado en un aumento en la carga de trabajo y en la dificultad para responder a ambas demandas cuando  se producen de manera simultánea.

Estas problemáticas las compartimos con el resto de las trabajadoras y por eso es necesario debatirlas y generar propuestas que nos contengan a la hora del diseño de las políticas públicas y también de su incorporación a los Convenios Colectivos de Trabajo.

En la agenda permanente de las organizaciones sindicales debemos incluir licencias más equitativas por maternidad y paternidad; la obligación del empleador de brindar cobertura para guardería o la retribución económica a los responsables de hijos/hijas para ese fin; reclamar acciones concretas que tiendan a la eliminación de toda forma de discriminación en el acceso al empleo como sucede con la discriminación por casamiento, embarazo, atención de hijos pequeños, por sólo nombrar algunas. Urge atender la situación de las trabajadoras que día a día desarrollan sus actividades en jardines maternales, por ser unas de las más precarizadas dentro del sistema educativo.

Debemos proponer medidas que atiendan la salud en el trabajo con perspectiva de género y contemplen la jornada real que tenemos las mujeres, como así también los riesgos psicosociales que están presentes en nuestra actividad.

Asimismo tenemos que disputar nuestra participación en los ámbitos de decisión, para poder ocupar cargos que nos permitan tener un acceso real a la toma de decisiones y abrir puertas para la inclusión de otras mujeres. 

Hay que desnaturalizar los sentidos hegemónicos del patriarcado y contribuir a la creación de políticas públicas integrales de cuidado con perspectiva de género. Miramos con total agrado que el Estado se involucre en esto pero creemos indispensable sostener esas políticas con una continua potencia transformadora,que se nutra de las mujeres trabajadoras.

Tenemos un fuerte desafío por delante, que es construir ambientes de trabajo saludables y dignificar nuestra actividad.

Por último, no podemos dejar de señalar que todos los días y cada día debemos denunciar los femicidios y buscar las raíces profundas de esta violencia expresada de manera directa sobre el cuerpo de las mujeres. Desde que empezó el 2020 ha muerto una mujer cada 23 horas, víctima de la violencia machista. Estas cifras deben ser mostradas y asumidas por el conjunto, comprometiéndonos a que, de una vez por todas, esto termine.

Nuestra tarea es educar, plantar las bases para una convivencia con mayor justicia social  y relaciones humanas más democráticas.

Cada una de nosotras aportará desde la escuela y desde el sindicato para la construcción, con todas, de un mejor futuro.

Soñar juntas es empezar a tejer la realidad que nos abrace!

¡¡TODAS SOMOS TRABAJADORAS!!!

¡¡ES AMOR Y ES TRABAJO NO PAGO!!!

¡¡ES CON NOSOTRAS !!

¡¡NI UNA MENOS!!!
 


Gabriela Baigorri
Silvia Bustamante
Marina Jaureguiberry
Alejandra López
Patricia Mounier

SECRETARIADO EJECUTIVO NACIONAL SADOP
CABA, Marzo de 2020