Por Ignacio Gutierrez Brondolo
Director Nacional de Politica internacional de la Defensa en Ministerio de Defensa Argentina
Fecha de publicación: 18 de jul. de 2020
El 3 de enero de 2020 se cumplieron 185 años de la usurpación británica en Malvinas. Ese mismo día, pero de 1833, la fragata Clío al mando del capitán John James Onslow ingresaba a Puerto Soledad donde el mismo Onslow intimó a Jose María Pinedo (a cargo de la gobernación en ausencia de Vernet) a desalojar el lugar, so pena de un ataque. Ese 3 de enero se produce una segunda entrevista, donde se establece la rendición Argentina. En una actitud cuestionada y discrepante, Pinedo no presentó resistencia alguna y los ingleses desembarcaron en el establecimiento sobre las islas, allí izaron en un mástil la bandera inglesa y arriaron el pabellón argentino, remitiéndolo a través de un bote al navío Sarandí. Finalmente, el 4 de enero de 1833, el Sarandí puso proa a Buenos Aires, dejando las islas en poder de los ingleses.
A partir de ese momento, los reclamos argentinos fueron incesantes con acciones llevadas adelante desde diferentes recursos estratégicos a lo largo de la historia hasta la actualidad. Una vez que los ingleses tomaron las islas Malvinas en virtud de la expulsión de los tripulantes del Sarandí el gobierno argentino protestó enérgicamente ante Londres, en un reclamo que sería clave en los años venideros para la política exterior del país respecto a este tema. Desde las primeras notas de don Manuel Moreno (ministro en Londres) formulando sendas quejas ante el gobierno inglés, estipulando las violaciones del derecho en las que había incurrido Inglaterra con dicho acto, Argentina ha mostrado su inquebrantable voluntad diplomática de reclamos por los derechos soberanos de las Islas y sus espacios marítimos circundantes.
La vía diplomática constituyó a partir de entonces la única opción para Argentina dada la asimetría de poder bélico a favor de Inglaterra y la delicada relación con Estados Unidos respecto a las islas luego del incidente de la nave Lexington el 31 de diciembre de 1831. Argentina sostuvo firme su convicción soberana, e inquebrantable su voluntad de diálogo. Una muestra de esto es el enorme compromiso asumido durante la segunda mitad del Siglo XX a partir la formación de los diferentes organismos internacionales donde el país llevó alzó su voz imponiendo su reclamo en cada uno de los foros que se conformaron fundamentalmente con la creación de la Organización de Naciones Unidas.
El 2 de abril de 1982 la recuperación forzada por parte del Ejercito Argentino vio la interrupción de la vía diplomática, producto de un gobierno de facto que detentaba el poder y suspendió todas las vías democráticas de decisión junto con todas las instituciones que rigen en un estado de derecho. El conflicto bélico marca un punto de inflexión en el recorrido, y sin dudas significó un retroceso en el camino del diálogo que había obtenido avances fundamentales, sobre todo en la década del 60.
Además del daño irreparable que una guerra produce a sus pueblos y fundamentalmente a quienes la padecieron como actores principales, nuestro país vio severamente lesionada su estrategia diplomática. El final de la guerra hizo entrar a nuestro país en una especie de “estado de shock diplomático” sacudiendo la capacidad de reacción de los gobiernos democráticos que sucedieron la etapa más oscura de la historia contemporánea argentina. El ritmo de las estrategias se vio sensiblemente afectado por el rumbo económico que cada gobierno eligió para conducir los destinos del país. Así como podemos decir que los ciclos económicos en Argentina fueron cambiando de manera pendular la estrategia diplomática respecto de la cuestión Malvinas fue corriendo incesantemente tras ese péndulo. Pues así pasamos del retorno al dialogo y la política de seducción a los kelpers a la confrontación acusatoria en los foros internacionales. Si bien la Constitución Nacional en sus disposiciones transitorias inscriben la cuestión del reclamo pacífico por Malvinas como una política de Estado irrenunciable e imprescriptible, fueron los mismos gobiernos los que asignaron en sus agendas las características de reclamo de acuerdo a sus prioridades. Los años 80 y el período Alfonsinista fueron de dureza y rigidez, sin dialogo y con el reclamo insistente a partir de la ampliación unilateral del mar territorial por parte del Reino Unido. Los años 90 durante el menemato se caracterizaron por el retorno al diálogo mediante los acuerdos de Madrid y la famosa política de seducción a los habitantes de Malvinas. En la pretensión menemista de otorgar sensualidad a la cuestión diplomática, esta política fue de la mano con las famosas relaciones carnales de Estados Unidos, lo cual marca toda una definición del rumbo económico: un neoliberalismo condescendiente con los poderes centrales. En este sentido, los acuerdos de Madrid I y II estipulaban la cooperación argentina en materia pesquera y de exploración petrolera. Algo inconcebible, teniendo en cuenta que implica ceder espacio ante un reclamo y mas si fruto de esos acuerdos Argentina no obtiene beneficios. El breve paso de De La Rua por la presidencia tuvo una medida resonante en esta cuestión: cerró el ciclo de reuniones con los kelpers que había inaugurado el canciller de Menem, Guido Di Tella. Con esa puerta de entrada pasamos al nuevo siglo, y los 2000 marcaron un giro de timón mas profundo, llega el Kirchnerismo al poder y reorienta su política al fortalecimiento regional. La negativa rotunda al ALCA y el pago de la deuda externa fueron medidas que marcaron una clara línea: correr del eje de decisión a las potencias centrales. Por supuesto, la cuestión Malvinas siguió este rumbo. Una estrategia vinculada fundamentalmente a mostrar el conflicto del Atlántico Sur como una causa regional a partir de la participación en los diversos foros es algo que puede atesorarse como un valor de cara al futuro. La profundización de esto se vio afectada durante el gobierno de Cristina Fernandez de Kirchner, quien eligió el camino de la confrontación como recurso tras los justos reclamos y denuncias a partir de la militarización británica del sur continental sumada a las pruebas militares desarrolladas en la zona, incluyendo la visita del príncipe Guillermo para hacer sus ejercicios de rutina. Una trampa a la que nunca se debió caer: el juego de provocaciones. Así David Cameron otrora primer ministro, justificaba la militarización con la potencial amenaza de cada dicho de Cristina. Así llegamos a la actualidad, donde a partir de 2016 se inaugura una nueva etapa, caracterizada por nuevos contratiempos. Un nuevo giro nos pone nuevamente de brazos abiertos ante Londres. La política de apertura y endeudamiento genera lazos de dependencia e imposiciones que nos hacen pensar en un retorno a las relaciones carnales. La política sobre Malvinas nuevamente corriendo tras el péndulo es víctima de marchas y contramarchas. Dos encuentros de Mauricio Macri con los primeros ministros británicos (David Cameron en primera instancia y Theresa May, luego) tuvieron resultados bochornosos. Las confusiones en torno al tenor de estas charlas llevaron a contradicciones internas entre el presidente y la canciller Malcorra. Las versiones argentinas indicaban que se había establecido dialogo por Malvinas, algo que desde el Foreign Office se encargaron de desmentir obligando a la Ministra de relaciones exteriores argentina a aclarar la situación. Luego un repudiado acuerdo de cooperación entre los viceministros Foradori y Duncan en el que Argentina comprometía su colaboración en términos explotación de recursos naturales con el Reino Unido, debió nuevamente ser desmentido y llevado al plano de charla informal o borrador.
Hoy podemos observar cómo una cuestión histórica vinculada con el reclamo por el ejercicio soberano de este territorio que por legítimo derecho nos pertenece, se ve manipulada por la corriente ideológica de quienes dirigen los destinos del país. Algún ex presidente norteamericano explicaría esta situación con una simple frase: “es la economía, estúpido” y el proceso descripto muestran que es ese el trayecto seguido, el del rumbo económico.
A 185 años de usurpación británica sobre Malvinas, hay varias cuestiones que quedan pendientes. ¿Existe Malvinas como contenido de la curricula, o es solo un tema de efeméride escolar? ¿qué se enseña sobre Malvinas? Generalmente los contenidos abordan las cuestiones vinculadas al acontecimiento bélico, hecho fundamental que debe ser trabajado siempre, pero que no debe circunscribirse a ello específicamente. Es imprescindible trabajar en base a los por qué, de cara a la conceptualización de lo que significa la colonización en el siglo XXI, la importancia que Malvinas tiene en la región y la defensa de nuestros recursos naturales que hoy están siendo depredados por la potencia colonialista que hoy ocupa la región.
En términos diplomáticos no hemos podido encontrar un rumbo, tenemos claro que para Argentina es una cuestión de Estado plasmada en la Constitución Nacional, pero en la realidad efectiva durante el trayecto democrático transitado no se ha logrado imponer una verdadera política de estado para Malvinas, una estrategia que trascienda los gobiernos y no caiga en la dependencia exclusiva de la agenda que imponga la coyuntura.
Hundimiento del ARA San Juan. Suspicacias en torno a Malvinas.
Muchas versiones en torno al hundimiento del submarino ARA San Juan se hicieron visibles a medida que los días fueron trascurriendo y la agonía prolongando. La lluvia de noticias alimentada por la diversificación de información que ofrece internet hizo que la opinión pública entrara en una zona de grises y sospechas en torno a las causas que llevaron a la desaparición del ARA San Juan. El tiempo que el buque lleva desaparecido no colabora para establecer los motivos y fundamentar las causas, por ello las horas se encargan de validar cualquier hipótesis que se lance al medio. Desde los primeros días, la versión oficial cuenta la teoría de una implosión causada por la falla en una de las baterías lo que produjo la muerte instantánea de todos los tripulantes, motivo por cual responsablemente debemos sujetarnos a ella. La palabra implosión sonó insistentemente en los diferentes medios a partir de rumores que se instalaban desde la Armada hacia afuera, es que esta aparece como rasgo distintivo al momento de discriminar los acontecimientos. Una implosión remite directa o indirectamente a un suceso interno inusual que desencadenó la incomunicación, posterior pérdida y, al correr de los días, la tragedia. Hablar de explosión como se insinuó desde Rusia, implica poner sobre valor otro tipo de posibilidades ligadas a factores externos. Rápidamente comienzan a expandirse versiones que indican ataques por parte de buques pesqueros que se encontraban en mar argentino de manera ilegal (generalmente estos buques se encuentran en el límite de la plataforma continental para tener rápida salida a alta mar). Otras versión se encuentra ligada a un ataque de la Royal Navy inglesa argumentando que el ARA San Juan se encontraba navegando en “mar territorial” malvinense (arbitrariamente declarado por el Reino Unido). Esta hipótesis se encuadra en un contexto sobre el cual Argentina terminaba de elevar un reclamo ante Naciones Unidas por el ejercicio militar y prueba de armas en el Atlántico Sur. Lejos de ubicarnos al calor de las fakes news para realizar un análisis de la post-verdad es menester destacar algunas cuestiones que deben ser trabajadas como urgentes relativas a la cuestión Malvinas.
En principio, es necesario abordar la problemática del control estricto del tránsito sobre nuestras aguas. Argentina es un país con una extensión marítima inmensa donde se encuentran una diversidad cuantiosa de recursos naturales que deben ser protegidos. La región de Malvinas, en disputa diplomática, está superpoblada por buques de diferentes banderas que indiscriminadamente están depredando estos recursos producto del otorgamiento discrecional de licencias por parte del Reino Unido. Indudablemente reforzar el sistema de defensa de nuestros recursos en la zona debe ser un tema de urgencia en materia estratégica. Para esto, Argentina debe fortalecer la protección de sus límites. Resulta esencial para ello incrementar las inversiones en tecnología y capacitación como así también en el refuerzo de buques que efectivicen mayor presencia en la zona. Paralelamente a los sucesos del ARA San Juan el gobierno decidía recortar su presupuesto a la cartera de Defensa. Un dato no muy alentador para las alternativas planteadas por quien escribe.
No contar con la tecnología para el rastreo de la nave hizo imprescindible recibir ayuda internacional: Rusia, Reino Unido, Estados Unidos y Chile exploraron nuestra plataforma. Más allá de cualquier sospecha, esos buques navegaron nuestras aguas, las exploraron e inevitablemente llevaron información muy valiosa a sus bases.
Argentina debe repensarse como un país marítimo y fundamentalmente desde la protección del Atlántico Sur, una zona que encuentra su vulnerabilidad estratégica en la disputa territorial que lleva 185 años desde la usurpación británica a las Islas Malvinas. De este modo Reino Unido se posiciona de cara al futuro ante un inminente reclamo sobre la Antártida viendo sus expectativas aumentar al consolidarse Malvinas como territorio de ultramar. A partir de allí, también la OTAN consolida una especie de triangulo sobre América Latina sumando las bases en Bahía Málaga (Colombia) y Antigua y Barbuda.
El contexto internacional plantea un escenario de disputa, con nuevos liderazgos emergentes dispuestos a dar la pelea ante quienes hoy detentan el poderío militar, la escases de recursos naturales centrará el foco en el Atlántico Sur en un tiempo no muy lejano. La región deberá estar preparada para dar la discusión y defender ante los diferentes organismos lo que por legítimo derecho pertenece.
Ignacio Gutierrez. Enero 2018